Xi’an es, sin duda una de las ciudades más carismáticas de China. Capital de doce dinastías, centro político de China durante los siglos de su máximo esplendor, punto de partida de la Ruta de la Seda, podría considerarse como una de las ciudades más importantes de la historia de la humanidad. Y de hecho, mientras los distritos suburbanos que rodean Xi’an están repletos de reliquias históricas; la propia ciudad, a pesar de las sucesivas destrucciones y reconstrucciones a lo largo de los siglos, ha conseguido conservar un aire dinámico y cosmopolita, sin alejarse sin embargo de la vida cotidiana de esta China campesina y comerciante en la que está inmersa.
Xi’an, capital de la provincia de Shaanxi, es, con sus tres millones de habitantes y otros tres en la periferia, el centro económico, industrial y cultural de la región Noroeste de China. Sus universidades están entre las más importantes del país. Algunas de las tecnologías punteras de China, como la aviación, o el seguimiento de satélites, se desarrollan en sus institutos y factorías. No obstante, a pesar de haber participado como el resto de las ciudades de China, en esa oleada de grandes cambios experimentados en los últimos años, Xi’an ha sabido asimilar el progreso sin perder su estilo, armonizando, en la medida de lo posible, las nuevas construcciones en su estructura urbana secular.
Es difícil definir el encanto que inspira Xi’an, pero no cabe duda de que sus gentes, sus calles, sus construcciones antiguas, tienen algo especial que la ha convertido en una de las ciudades más visitadas de China.
Guerreros de terracota
La Fosa Número Uno es la más grande y la más importante (tiene más guerreros). Nada menos que 6.000 guerreros y caballos de terracota (tierra cocida), de tamaño natural y en formación de batalla, en una fosa de 210 metros de largo por 60 de ancho. Los soldados son de tamaño natural, tienen una estatura media de 1,80 metros, cada uno con sus armaduras. Las cabezas y las manos eran moldeadas aparte y luego añadidas, cuando se enterraron eran de color, que ha desaparecido con el paso del tiempo, y lo sorprendente es que además de la maestría con que están construidos, cada soldado tiene características diferentes, y distinta expresión. Unos tienen bigote, o coleta. Algunos son Han, otros pertenecen a los pueblos del norte. Tienen las características de su grado en el ejército, e incluso la expresión de sus rostros permite distinguir los veteranos de los bisoños. Cada uno de ellos llevaba en la mano sus armas correspondientes: espadas, lanzas, jabalinas, arcos.
La Fosa Número Dos ha sido la última en abrirse al público, en 1995. Y es para mí, la menos interesante. En ella hay unos dos mil guerreros de terracota. Pero la mayoría están todavía sin restaurar, o sea que ves una cabeza por ahí, una pierna por allá. Se supone que la fosa quería mostrar a los visitantes como se desarrollan los trabajos de excavación y restauración, pero se ve muy poca gente trabajando. Lo más interesante en esta sala son la media docena de figuras de terracota, algunas de las más importantes en la historia de este monumento, que se exhiben en los pasillos laterales, protegidas por un vidrio. Es la mejor oportunidad que se encuentra a lo largo de la visita, para verlos con detalle.
La Número Tres. Más pequeña. Sólo tiene 69 figuras de oficiales y generales, dicen que era el cuartel general, y cuatro caballos preciosos. Cuando se abrió, hace unos años, las figuras aún tenían algún reflejo de color, pero ya ha desaparecido.